Marina tiene veinticinco años. Le iba bien, encontró un trabajo en el que era una más. Podía ejercer su profesión a pesar de no escuchar y hablar como lo hacemos los demás, incluso algunos de sus compañeros de trabajo se atrevieron a aprender lenguaje de signos para comunicarse con ella. Marina estaba muy agradecida por ese gesto. Un día su jefe la despidió por razones organizativas. Marina tiene discapacidad auditiva y como acaba de cesar en su empresa decide pedir la prestación por desempleo pues sabe que tiene ese derecho, consigue una cita previa y al día siguiente se persona en la oficina de prestaciones que le toca. Marina espera su turno en la sala de espera, la puedo observar desde lejos que mueve las piernas sin parar parece que está nerviosa. El guardia de seguridad se acerca a mí de manera un poco misteriosa y me advierte, "Marina es sordomuda". En ese momento paso a estar un poco inquieta yo también porque nunca he atendido a una persona sorda y Marina viene sin intérprete de signos. Desde ese momento me quito la mascarilla para que Marina pueda leerme los labios. Se que en esta cita no cumpliré con los minutos que marca el organismo para atender a los usuarios pero siendo honesta no me importa mucho, Marina se va a ir a casa hoy con su prestación reconocida y entendiéndolo. Intento hablarle con naturalidad, gesticulo pero no excesivamente con un ritmo tranquilo. Le pregunto si prefiere que se lo escriba pues voy a pasar a la parte un poco más técnica del trámite, como asiente con la cabeza saco mi libreta de notas y ahí le empiezo a explicar. Base reguladora, cuantía de la prestación, situación legal de desempleo, vacaciones, duración de la prestación. Le hago el gesto de si todo va bien, Marina asiente y sonríe. Le imprimo la resolución y Marina se va tranquila con su prestación reconocida.
Para esta cuarta entrada me pareció oportuno relatar la experiencia que tuve atendiendo a una usuaria con discapacidad auditiva. Para la pregunta de qué puedo hacer yo, después de haber vivido situaciones como las relatadas, creo que formarnos en cursos como este de Igualdad de trato y no discriminación que nos ayudan a identificar y corregir comportamientos, también ya más concretamente y relacionado con el relato de mi entrada sería muy positivo que se oferten cursos para el funcionariado donde se pueda aprender lenguaje de signos para que el paso de personas como Marina por nuestra oficina sea mucho más fácil.
La Administración Pública y nosotros como funcionarios debemos ser un ejemplo en cuanto a comportamientos y actitudes de Igualdad de trato y no discriminación.
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